... mi propio cuerpo, tan cerca y tan lejos de otros cuerpos.
El cuerpo aprende a hablar y se le olvida, el dolor lo
hace olvidar las palabras y los poemas.
El cuerpo se aleja si no hay confianza
ni alabanza, si no hay risa ni apertura verdadera, el cuerpo habla con sus
distancias y con sus gestos, se agacha si no honras y se enaltece si estás
seguro de tu andar.
Se acerca si huele flores y se aleja si se puede marchitar.
El cuerpo solo sabe de vocales cuando despierta y en ese despertar puede llegar
a aprender otros idiomas, o profundizar en el propio, aunque es mejor explorar.
El cuerpo es curioso siempre se quiere acercar, aunque es
cauto, olfatea, su ingenuidad cobra confianza solo cuando el alma se expande,
no depende de otro cuerpo, o acaso si. Nuestro cuerpo perfecto en su necesidad
de ser complementado, nuestra alma perfecta en necesidad de hallar completitud.
El cuerpo habla, y duele cuando la inspiración cesa y la
carga pesa, cuando los años pierden significado y los sueños se sienten
ahogados.
Los torpes cuerpos respondiendo a las torpes emociones, a los
torpes miedos, a las torpes rabias.
Los gráciles cuerpos respondiendo a tu
competencia, a tu agilidad, a la flexibilidad de tus curvas, a tus risas, a tus
pasiones. Muchas veces más torpe que grácil si no los sabes entrenar, pero
aprende solo o casi solo. Mas amamos esa torpeza inicial en que lo vemos caer y
levantar antes de encontrarse y saberse pleno. Y si no está en el lugar correcto el sabio cuerpo avisa, en
espera de instrucción.
Amo los cuerpos y su
belleza, la anatomía que nos revela y nos hace humanos, desde los confines del
tiempo. Esos cuerpos infinitamente amados, pintados, esculpidos, alabados,
maltratados, esos cuerpos que nos hacen humanos y nos dan vida, y que hablan de
nuestro paso a lo largo de la historia.
El cuerpo es nuestra materialidad reproducible infinitamente, el
cuerpo es nuestra existencia finita en este espacio y la garantía de nuestra
vida infinita en esta Tierra, posterior a nuestra historia. En nuestro cuerpo
habitamos y en él nos hacemos memorables u olvidables. Con nuestra cara y nuestro cuerpo nos han de
recordar sea cual sea nuestra obra, si dejamos una obra.
El cuerpo humano tan
perfecto cargando con nuestras almas imperfectas, a veces luminosas, a veces sombrías.
Y es que cuando nuestro cuerpo se agote inevitablemente nosotros nos habremos
agotado y otros ocuparán el lugar.
El cuerpo es belleza y libertad, dudes de él algunas veces.
Los cuerpos sufren
y se ocultan, los cuerpos aman y se encuentran.
Para escucharlo hay que amarse a uno mismo, con la
dulzura del alma que se refleja en el cuerpo, con olor a canela a amor ancestral, herencia de ojos y manos, las infusiones de nuestra piel reproducida por toda la eternidad, los aromas de nuestra
espiritualidad que nos elevan y se nos fijan en el cuerpo.
Así nuestro cuerpo y
nuestra alma es uno, y nuestro lenguaje solo lo verbaliza.
Hay que descubrirse desde el alma para que lo manifieste el cuerpo.
Cuando el alma
atormentada no puede pensar en nada, excepto en el amor, es momento de hacer
caso al cuerpo, mirarte la sonrisa, la postura, los ojos y preguntarte si estás
en el lugar correcto, y si no lo estas buscar un espacio más noble para ti, no dejes de buscar hasta encontrarte.
El cuerpo no engrana en cualquier parte y eso lo sabe tu alma.